sábado, 17 de noviembre de 2012

Cansancio

Cansado de gastar los pasos por alcanzar a quien sólo se aleja; cansado de gastar las yemas de los dedos, en acariciar un sueño; cansado de gastar los labios, los dientes y el aliento explicando el cariño y la ternura; cansado de gastar el pensamiento en futuros perdidos; desató los cordones y se sacó los zapatos, bajó las escaleras y salió a la calle.

La brisa movía las hojas de los viejos árboles de la avenida y soplaba las últimas nubes del otoño, que no se convencía del calendario.

Caminó descalzo sintiendo en los pies lo que su ciudad tenía para él. Recorrió los barrios que poblaban sus memorias y los sectores que habían surgido al amparo del Plan Regulador al que se había opuesto tenazmente en su juventud estudiantil.

El laberinto de pavimento lo condujo a un parque donde los niños jugaban y los ancianos conversaban con las palomas. El frío del pasto subió por sus piernas; se sentó. Sus pies mezclaban tierra y sangre.

Cuando el sol se puso, intentó ponerse de pié, pero el dolor lo dejó atado al escaño. Condenado a ver surgir las estrellas en los edificios que rodeaban el lugar, espero.

En la esquina sur se apagó la luz de una ventana y momentos más tardes una silueta salía por la puerta del edificio.

Tanta gente; tanta gente.