“De las alturas del
Oeste bajará la esperanza y del fuego del Sur surgirá la fuerza”.
El 21 de Junio de 2018, éste mensaje se leyó en los comprobantes de
transacciones financieras realizadas electrónicamente en toda
Latinoamérica. De no ser por algunos comentarios en las redes
sociales, habría pasado desapercibido, porque no atrajo la atención
de la prensa oficial. Al año siguiente, el mensaje volvió a
aparecer y rápidamente se transformó en “trending topic”; los
noticieros dedicaron valiosos minutos para comentar el tema y las
autoridades no quisieron manifestarse, señalando que las brigadas
del cibercrimen de la región estaban trabajando coordinadamente en
el caso. Después del solsticio de invierno de 2020, los gobernantes
de los países del Mercado Común del Sur informaron que se había
detenido a un joven del norte de Argentina, acusado de sabotaje
informático y poner en riesgo la estabilidad financiera del
hemisferio; el muchacho fue condenado a 10 años de cárcel. Sin
embargo, el mensaje se repitió, año tras año, hasta 2024; sin que
ningún grupo de activistas se atribuyera su autoría. Para algunos,
se trató sólo de una broma bien ejecutada, pero para un grupo no
menor de la población, fue considerada la primera profecía de la
era digital. Durante los siguientes años el mensaje se pudo leer en
muros y camisetas por todo América de Sur.
Tras el inicio de la
caída de los estados capitalistas; impulsada por las sucesivas
crisis económicas en occidente, las revueltas asiáticas
esclavo-obreras de 2030, la crisis energética global, el profundo
deterioro ambiental causado por la explotación irracional de los
recursos naturales y la contaminación del aire y el agua, sumado a
la incapacidad de las entidades regionales para detener la
especulación y corrupción de los grandes consorcios
transnacionales, los países de Sudamérica fueron quedando, poco a
poco, en manos de las mafias de emprendedores que controlaban el
negocio de las armas, los alimentos, el conocimiento y el trabajo.
Las autoridades políticas, pagadas por organizaciones privadas, se
dedicaron a ejecutar leyes de contención social, perdiendo toda
capacidad de administración nacional o regional.
Para mediados de 2036,
miles de empleados, profesionales y técnicos latinoamericanos
sufrían la pérdida de todo poder de consumo, de endeudamiento y, lo
peor, toda esperanza de subsistencia luego que colapsaran las
industrias para las cuales habías sido entrenados; sin que tuviesen
los conocimientos mínimos para producir sus propios alimentos. Los
campesinos de los principales territorios agrícolas, vieron morir
sus tierras producto de los monocultivos, los agroquímicos y la
pérdida de semillas luego del acuerdo de 2027, que entregó a tres
compañías europeas de transgénicos patentes de exclusividad
vegetal.
No tan lentamente, la
población comenzó a perder el sentimiento de pertenencia nacional,
que durante los siglos XIX y XX habían sido el fundamento da la
dominación capitalista; al tiempo que, las fronteras fueron quedando
sin vigilancia, debido a que las autoridades concentraron sus
esfuerzos en controlar sucesivos levantamientos en las principales
ciudades del continente.
2039 es recordado como el
año de la purificación, luego que entre el 21 y 24 de junio
ocurrieran terremotos que destruyeron las ciudades donde se ubicaban
los últimos enclaves financieros y, durante los meses siguientes,
erupciones a lo largo de Los Andes Centrales y del Sur arrasaran con
los terrenos utilizados por las empresas agroindustriales. Los
gobiernos y la banca fueron incapaces de apoyar a la población
damnificada y observaron resignadas cómo la naturaleza acababa con
los bienes de capital y producción que les otorgaban las últimas
cuotas de poder que compartían con las mafias de emprendedores.
Debido a la precisión de los eventos naturales, los voceros de la
Agencia de Seguridad Regional acusaron a un grupo de científicos,
que habían sido parte del programa de investigación del Centro
Experimental de Geoarmas, desarrollado en conjunto por el Ejercito de
Chile y la antigua Universidad de La Frontera (hoy recuperada bajo el
nombre Centro Policultural Kimlu), de haber cometido uno de los
atentados terroristas más grandes del siglo XXI. Sin embargo, dado
el fracaso de las investigaciones policiales para detener y exponer a
los inculpados, al igual que en ocasiones anteriores; se sospechó
que las acusaciones eran una maniobra publicitaria de la autoridad.
Para 2042, cientos de
comunidades agrícolas habían surgido en los territorios no
contaminados de la cordillera, desde el Altiplano hasta la Patagonia,
formadas por personas que habían recurrido a los graneros y
conocimientos de los campesinos indígenas, que pese a la presión
político – comercial de los gobiernos capitalistas, se mantuvieron
al margen de la especulación genética de la agroindustia
internacional. Gracias a su labor cuidando y compartiendo, fuera de
la ley, conocimientos ancestrales y especies autóctonas, se vio
resurgir la vida y el sentido de pertenencia social en un continente
marcado por la pobreza, la desesperanza y la muerte.
-Así hermanos, este
solsticio de invierno de 2048 llegamos a celebrar Inti Raymi,
reuniendo en Machu Pichu a las antiguas y nuevas comunidades
autónomas que habitan en los 4 suyus, para proclamar el nacimiento
de un nuevo sol para el continente -habló Willaq, y continuó-.
También quiero comunicarles que me ha llamado desde Temuco la
hermana machi Ailén, para contarme que en el cerro Ñielol se han
reunido las comunidades del wallmapu, quienes han comenzado esta
mañana su celebración del We Tripantu, con un suave temblor y los
volcanes encendidos -risas entre los asistentes-. De esta manera, los
habitantes de Los Andes les recordamos a los malos hombres que esta
tierra, nuestra tierra, la que nos quitaron y envenenaron, ha sido
recuperada y está siendo sanada de sus dolores, y que un nuevo
futuro se levanta, alumbrado por el sol que iluminó a nuestros
ancestros, antes que las sombras y la muerte mancharan con sangre los
días de nuestros padres. Hoy proclamamos el fin del tiempo de los
estados de la América capitalista y la formación de una nueva
organización social y territorial indígena y mestiza, donde todos y
todas trabajaremos para tener una mejor vida, respetando la dignidad
de las personas y la naturaleza -el discurso de Willaq se extendió
por unos minutos más, para dar paso a las celebraciones, llenas del
colorido, la música, los bailes y la alegría que caracteriza las
fiestas andinas.
En 2051, a la celebración
del solsticio de invierno se sumaban cientos de comunidades autónomas
de la amazonía y la patagonia oriental. Y en los muros de todo el
continente se volvió a leer : “De las alturas del Oeste bajará la
esperanza y del fuego del Sur surgirá la fuerza”.