lunes, 23 de abril de 2012

El cerdito y el MAL.

 -Espero que hayan aprendido la lección -dijo el hermano mayor, al tiempo que servía un par de copas de licor. Dados los acontecimientos de ese día, los cerditos sólo querían descansar, pero correspondía escuchar las palabras del anfitrión.

 -Hay un mundo peligroso allá afuera -continuó el esforzado cerdo-. En estos tiempos, el mal está por todos lados. Las cosas han cambiado mucho y ya no se puede andar seguros como lo hacían nuestros padres -dijo con aire serio y profundo-. Está lleno de animales salvajes, la sequía hace subir el precio de los alimentos, el frío del invierno nos obliga a construir mejores casas y el agua del río debe purificarse.

 La verdad, los hermanos menores querían dormir. Pero, no podían dejar de reconocer que hoy les había salvado la vida de las garras de aquel feroz lobo. De modo que, haciendo un esfuerzo para vencer el cansancio, siguieron escuchando.

 -Mañana mismo comenzaremos los preparativos para que puedan tener sus casas sólidas -sentenció el cerdo mayor.

 -Pero no tenemos dinero para comprar los materiales -respondieron los cerditos preocupados.

 -No hay problema; lo haremos de la siguiente manera: yo les venderé los ladrillos con un buen descuento;  los otros materiales se los compraran a unos amigos que también trabajan en el rubro; para no tener que pagarlos de inmediato, conseguiremos un crédito en el banco. Con unos contactos en el Departamento de Vivienda, agilizaremos los permisos municipales para la construcción. Tienen que saber ustedes, que estas casas deben tener el visto bueno de la autoridad; no se trata de esas chozas en que pretendían vivir ustedes. ¡Esto es la civilización, no la barbarie! -exclamó  emocionado, y continuó-. Mañana mismo comenzarán a trabajar en la empresa de servicios integrales; el dueño me debe unos favores, así que no podrá rechazarlos. ¡Ya verán hermanos míos, algún día me lo agradecerán. No soportarán tanta felicidad! -Luego, terminaron sus copas y se fueron a dormir.

 Tiempo después, una tarde de sábado, tras finalizar una jornada en que había estado construyendo uno de los muros de su nueva casa, el menor de los hermanos presintió que era observado desde los límites del bosque. Intentó descubrir si alguien, o algo, se escondía entre los árboles, pero no consiguió ver nada. Esa noche, se fue a dormir sin dejar de pensar en qué habría más allá de los límites del pueblo, y si realmente estaba siendo espiado.

Temprano en la mañana, mientras se aprontaba a retomar la construcción del muro, saltando una pandereta, apareció un lobo que lo acorraló contra la cerca del patio trasero.

 -Hemos estado esperando mucho tiempo por ti cerdito -dijo el lobo-, ¡ahora corre! -Asustado, el cerdito no tuvo más alternativa que adentrarse en el bosque para escapar de su persecutor.

 -¡Por acá cerdito, por acá cerdito! -le advirtió una ardilla, indicándole que doblara hacia la derecha.

 -¡Corre cerdito, por aquí! -le gritó un conejo, metros más allá.

 -Salta el riachuelo y continúa hacia la izquierda -le indicó un carpintero que tallaba su casa en un pino.

 Luego de un largo rato siguiendo las indicaciones de los animales del bosque, el cerdito llegó a un claro. Se detuvo a descansar; sus piernas ya no podían correr más. Se sentó en el centro del claro y respiró profundo tratando de recuperar el aliento.

 -Bienvenido, te hemos estado esperando -dijo un búho que aterrizó sobre una roca, al tiempo que muchos animales comenzaban a salir desde las ramas. Al rato, el claro y los árboles que lo rodeaban estaban repletos de animales y aves.

 Antes que se hiciera silencio, en lo que parecía ser una asamblea, apareció el lobo y se detuvo detrás de unos conejos.

 -¡El lobo, huyamos rápido! -gritó aterrado el cerdito-, pero nadie se movió.

 -Tranquilo cerdito -dijo el búho-, todo está bien, el lobo está con nosotros. Y ofreció la palabra a un topo que salía desde un agujero.

 -Antes que nada -habló el topo, dirigiéndose al cerdito-, permíteme presentarnos: los animales reunidos aquí somos delegados de las comunidades que forman el MAL: Movimiento de Animales Libertarios. Te hemos observado por años, y queremos invitarte a ser parte nosotros. Hace un tiempo atrás, lobo intentó traerte, pero las circunstancias no resultaron como se había planificado. Huiste de casa en casa, y lobo terminó herido. Tuvimos que dejar pasar un largo tiempo para intentar nuevamente.

 El cerdito confundido pidió la palabra. -Disculpen, pero ustedes son las bestias que nos atemorizan, roban y secuestran, ¿cómo pretenden que sea parte de un grupo de antisociales?

 -¿Qué? -¡No es cierto! -¡Estás equivocado! -gritaban los animales alborotados.

 -Silencio -dijo el búho-, él no tiene la culpa de tal desinformación -y se digirió al cerdito-. Escucha con atención, no somos nosotros los que los atemorizamos, son tus líderes los que les han enseñado a temernos, nada hemos hecho que justifique semejante miedo. Los robos... Bueno, fueron los cerdos los que llegaron a expulsarnos del bosque. Ustedes talaron los árboles e incendiaron las zarzas, de donde obteníamos los alimentos. Nosotros sólo tratamos de recuperar el espacio en que hemos vivido desde el tiempo de nuestros primeros abuelos. Fueron sus fábricas las que contaminaron la tierra, los ríos y el aire. Además, hay serias sospechas de que las sequías y las lluvias torrenciales son el producto de sus actividades industriales; esto no fue así antes que llegaran. Los secuestros -siguió el búho-, ese es un tema delicado. En algunos casos, los desaparecidos corresponden a cerdos que se han unido al MAL, cansados de vivir subyugados a la ORDEN: Organización de Depredación para el Enriquecimiento. Otros, y lo siento mucho, fueron rebeldes que no hemos alcanzado a rescatar y han sido eliminados por la policía de la ORDEN. Y sin duda, los casos más tristes corresponden a aquellos que no supieron de nosotros y, ya sin esperanzas, decidieron acabar con sus vidas.

 -Te hemos visto -intervino un zorzal-. Hemos observado como, día tras día, te vas poniendo triste. Probablemente nunca nos notaste, pero caminábamos a tu lado en tus paseos por el sendero; nadábamos contigo cuando jugabas en la poza del río, aguas arriba de la roca grande; te acompañábamos desde el cielo, cuando imaginabas figuras en las nubes o contabas estrellas fugaces; cantábamos de cerca, cuando tocabas tu guitarra apoyado en el cedro que está en la ladera, al norte de tu pueblo; te mirábamos desde la oscuridad cuando, apoyado en tu ventana, pretendías saber qué había al interior del bosque; te vimos cortando ramas para hacer una choza que permitiera el paso de viento fresco y no silenciara el canto de aves ni el chirrido de los grillos. Pero parece que esos tiempos han pasado -acoto apesadumbrado-. Ya no paseas por el sendero que rodea el bosque, no nadas en el río, no miras el cielo ni cuentas estrellas, ya no disfrutas la brisa fresca ni te detienes a escucharnos. ¿Cuándo fue la última vez que sonó tu guitarra? -preguntó-. Ahora arrastras los pies al caminar y no levantas la vista para ver a los que te rodean.

 El cerdito se sintió confundido. Recordó con algo de nostalgia los días en que disfrutaba en la poza del río y las noches de luna cuando salía a recorrer el sendero.

Antes que pudiera decir algo, se escuchó una voz familiar. -¡Tú y yo tenemos que hablar! -un cerdo de estatura media y cuerpo delgado se abría paso entre unos castores.

 -¡Cristián, amigo!, tú aquí -el cerdito no podía creer lo que veía, era un compañero de juegos, que había desaparecido hace un par de años, y que según habían dicho las autoridades, había sido devorado por las bestias del bosque.

 -¡Atención! -dijo el topo-, creo que estos dos tienen mucho que conversar, ya tendremos tiempo para juntarnos en otra ocasión.

 Los animales comenzaron a retirarse, aunque algunos se quedaron conversando en el claro.

 Horas más tarde, el búho se acercó para advertir que pronto caería la noche y que el cerdito debería regresar a su casa. -Te acompañará lobo y unos castores. Espero volver a verte pronto. Ya conoces el camino. Procura que no te sigan.

 Varios animales llegaron a despedirse. Minutos más tarde, el cerdito y un grupo del MAL marchaban de regreso al pueblo de los cerdos.

 El cerdito no pudo dormir esa noche pensando en las cosas que había escuchado y en la conversación que sostuvo con Cristián; a quien creía muerto. De alguna manera, muchas dudas parecían esclarecerse. A ratos miraba las estrellas y tocaba algunos acordes en su guitarra.

 La noche siguiente, luego de no haberse reportado en el trabajo, el hermano que le seguía fue a visitarlo, pero no lo encontró en casa. Tampoco encontró la guitarra.

 Días después, el Alcalde anunciaba que seguramente había sido capturado por las bestias del bosque. Lo cual era algo esperable, considerando la actitud temerosa y arriesgada del cerdito.

 -La autoridad no puede protegerlos, si ustedes arriesgan sus vidas innecesariamente -dijo severo el Alcalde-. He dispuesto mayor protección policial. Además, se recomienda a la población no transitar por las calles luego de la puesta del sol. Por último, para vuestra seguridad, será detenido y llevado ante el juez todo individuo que parezca sospechoso.

 Los efectos de los anuncios de la autoridad no demoraron en notarse: calles y plazas vacías, aumento en el número de casas enrejadas, desconfianza entre vecinos, reducción de la asistencia a encuentros públicos, baja en la participación ciudadana y mayor productividad laboral.

Sin embargo, las desapariciones continuaron sumándose año tras año. Siendo prueba segura de que el MAL seguía asechando tras los límites cercados del pueblo de los cerdos y que pronto atacarían.

jueves, 19 de abril de 2012

Salida

Cansado de años arrastrándose para llegar a fin de mes. Hastiado de pagar religiosamente las deudas. Agobiado por la culpa de algún dinero malgastado para distraer el vacío. Asustado de la velocidad con que pasa el tiempo.

Esa tarde tomó el salario y se fue a recorrer las tiendas comprando calzoncillos, calcetas, un pantalón, una camisa blanca, un chaleco, una chaqueta, una corbata y un sombrero. Fue a cenar a un restaurant de mantel y copa.  Por la noche, caminó tranquilo por el parque, disfrutando unos buenos cigarrillos. Antes de llegar a casa, pasó por una botella de vino.

Esa noche sonrió antes de dormir.

Cuando lo encontraron semanas más tarde, la angustia, la culpa y el miedo, todavía permanecían en su rostro.

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domingo, 15 de abril de 2012

El músico

Luego que la voz metálica del megáfono del vagón advirtiera que los pasajeros no debemos incentivar con nuestras monedas a vendedores y músicos ambulantes, en medio de nuestras risas cómplices, siguió sonando la melodía que interpretaba ese joven tan parecido a nosotros.

Al llegar a la estación, el músico se alejó cargando el justo pago por ese momento de alegría.

lunes, 9 de abril de 2012

La cartola

Se detuvo nuevamente, tomó aire y volvió a mirar la cartola para comprobar que estaba sobregirado física, emotiva y económicamente. Siguió caminando, dudando encontrar algo al final del arcoiris.


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domingo, 8 de abril de 2012

Viernes Santo

"Música de viernes santo", refunfuñó la señora abriéndose paso por el pasillo de la micro, que animaba a los pasajeros al ritmo del reggaeton.

Años atrás, en un pueblo de la séptima región, otra beata regañó a un grupo de niños por el sacrilegio de querer jugar taca-taca en viernes santo. "¿Acaso quieren patear al Señor?", sentenció la teóloga locataria.

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